Historia de la vía Las Palmas

¿Qué papel juega la infraestructura verde en esta vía?

Esta es la historia de la Avenida Las Palmas, un lugar que ha experimentado una notable transformación a lo largo de los años. Hoy en día, alberga uno de los corredores verdes más importantes de la ciudad, lleno de vegetación que aporta vida y color.

Las Palmas: primero trocha, luego camino y después carretera

En épocas de antaño, la vieja manera de establecer nomenclaturas fue a través de topónimos con los cuales se hacía referencia a elementos vegetales, a afluentes y a la morfología del suelo. Con esa particularidad, desde la época de la Villa de Nuestra Señora de la Candelaria de Medellín, existió una trocha principal que, articulada a otras, establecían una rudimentaria comunicación con el Valle de San Nicolás. Esta arteria principal conducía a la ciudad de Rio Negro, al cantón de la Ceja del Tambo y vecinos de El Retiro. Se conoció como el que «lleva asia el paraje denominado de Las Palmas», un lugar intermedio en la alta montaña en el que sobresalía dentro de la espesura vegetal, «palmas de apreciable porte». Fue así, pues, como el nombre de Las Palmas pasó a ser el topónimo que hacía alusión a un lugar que vinculaba una referencia vegetal.

El primer morador fue el señor Francisco Galeano, quien tenía una casa y un amplio terreno en el punto denominado “Alto de las Palmas”. Después llegaron la señora María de Jesús Escobar, Miguel Villa y Patricio Abad, quienes integrados en vecindad, conformaron el paraje de Las Palmas en 1830. Las tierras carecían de un buen camino, pues el único era el que “lleva a las Palmas”, estrecho, fangoso e intransitable cuando el clima invernal dominaba; además, solo llegaba hasta la casa del señor Galeano, más allá, otras trochas de difícil tránsito permitían el paso. 

Hacer de la trocha Las Palmas un camino de tránsito amable, era necesario para establecer mayor agilidad en la comunicación entre el ancón sur del Valle de Aburrá con el oriente de Antioquia. No obstante, las primeras gestiones realizadas no se materializaron porque las administraciones, principalmente las de Medellín, Envigado, Rionegro y el Retiro “aviendose mirado con una expresible apatía de su apertura nunca se ha tratado de darle la amplitud y composición que demanda seguramente para que sea considerado como un camino de servidumbre”. Pero ahora la gestión la pasó a dirigir el gobernador de Antioquia, Francisco Antonio Obregón, quien en 1836 propuso mejorar y ampliar el camino y llevarlo más allá de la propiedad del señor Galeano. La tarea no sería sencilla, el principal obstáculo, era que las arcas del erario estaban casi vacías. 

y los señores Villa y Abad. Escobar y Villa le notificaron al gobernador, el 9 de julio de 1836, la aceptación y donación de la tierra para la apertura del camino, siempre y cuando, exigieron los propietarios, el trazado no le afectaran partes importantes de sus predios. Caso contrario se presentó con otros propietarios, quienes no estaban de acuerdo con la apertura de la vía por interferir en sus propiedades. Así lo manifestó José Patricio Abad, a través de una misiva enviada al gobernador el 11 de junio, le hizo saber el no estar conforme con el camino, “si el público lo necesita y lo pide, reclamo en debida forma el valor del área del terreno que ocupe”. Lo mismo expresó el señor José Nicolás Arcila el 12 de junio, quien como dueño de un terreno a media montaña por donde pasaría el camino, no le agradó el proyecto; por lo tanto, ante la inevitable apertura, le manifestó “que según la ley ya se sabe tiene que pagarme el terreno que ocupe, las desmedidas que sufra la posesión, y ponerme de lado y lado cercas permanentes”. Para el gobierno estas fueron negociaciones inevitables.

Archivo Histórico de Antioquia, Fondo República, Colecciones planos y mapas, folio 66. Este mapa hace parte del “Documento relativo a la apertura del camino de Las Palmas”, tomo 3254, documento 6. 

José Miguel Álvarez, Segundo Ángel y Francisco Arango fueron designados por el gobernador Obregón y el concejo de Medellín, para realizar un peritaje en el camino de las Palmas. Entre el 14 y el 16 de julio lo efectuaron. De la observación realizada comunicaron lo siguiente: “Hemos caminado y examinado muy despacio el camino real antiguo y hemos observado que aun en verano, es intransitable por presentarse los grandes obstáculos de algunos peñones que tiene en la subida del roble y en la quebrada de las palmas. Muchos repechos en los cuales seguir la ruta del camino dificulta poderlo hacer, siendo necesario desviarlo por otras estancias”.Pantanos, humedales, peñascos y gredales, eran los obstáculos que lo hacían intransitable, características del terreno que debían superar durante la ejecución de la obra.Además, expresaron los peritos, “el camino parte las posesiones de varios yndividuos muy pobres, que seguramente pasan por muchas quiebras”, afirmación está última con la que dejaban claro  de la compra de terrenos que tenían que realizar. 

Era viernes 29 de julio, día en el que la plaza de Aná (actual parque de Berrío) recibía a un nutrido número de comerciantes y gentes; varios llegaban del oriente, entraban y salían de la ciudad de Medellín por la difícil ruta de la escarpada de Santa Elena. En ese contexto, se vio pasar al señor gobernador Francisco Antonio Obregón, quien se dirigía al ayuntamiento donde presidía la gobernación, la alcaldía y el concejo, a firmar el Decreto del 29 de julio de 1836, para iniciar las obras en el camino Las Palmas. Seguramente el gobernador Galeano pensó acerca del enorme benefició que le traería esta vía a los comerciantes y transeúntes de los valles de Aburrá y el oriente. La buena nueva empezó a materializarse a partir de octubre, obra que entre las varias intermitencias que el proceso administrativo registró, culminaría en agosto de 1839. En ese intervalo se emplearon 120 hombres y en algunos momentos, se enviaron horda de presos para ayudar a descuajar un monte dominado en la parte baja de la montaña por cyperaceaes, gunneráceas, piperaceaes y filodendros, entre otras especies que iban apartando para luego encontrar, a partir de la media y alta montaña, arbustos y árboles que exigieron de un mayor número de manos para lograr la rocería deseada: una abertura de 3 metros de ancho. 

La buena nueva empezó a materializarse a partir de octubre, obra que entre las varias intermitencias que el proceso administrativo registró, culminaría en agosto de 1839. En ese intervalo se emplearon 120 hombres y en algunos momentos, se enviaron horda de presos para ayudar a descuajar un monte dominado por cyperaceaes, gunneráceas, piperaceaes y filodendros, entre otras especies que iban apartando para luego encontrar, a partir de la media y alta montaña, arbustos y árboles que exigieron de un mayor número de manos para lograr la rocería deseada: una abertura de 3 metros de ancho. 

Transcurrieron nueve décadas luego de la apertura del camino de Las Palmas, un mayor flujo se veía transitar, no sólo para comunicar con los pueblos del oriente, también era la ruta de nuevas familias que se asentaron allende al camino sobre los terrenos periféricos de la ciudad. Ya había avanzado el primer cuarto del siglo XX, y pese a la importancia del camino Las Palmas, la conexión con el centro de la ciudad era a través de servidumbres estrechas, anegadas y enmalezadas. En 1926 el concejo de Medellín ensanchó la carretera Las Palmas con alguna de las calles principales de la ciudad. 

Agapito Betancur, un “egregio ciudadano” de Medellín, quien acumulaba una vasta experiencia en la administración municipal, al fungir dos veces como alcalde y luego concejal, en 1926 desempeñaba el cargo de Personero Municipal. Combinaba su práctica política y empresarial con el gusto por las humanidades y el medio ambiente. Siempre entusiasta con ideas y en prácticas para promover el desarrollo de la ciudad, fue una de las voces de apoyo para realizar el ensanche de la carretera Las Palmas con una relevante calle de la ciudad: San Juan. Tener un buen sistema de comunicación era uno de los lemas que más rezaban los integrantes de la Sociedad de Mejoras Públicas, al cual Betancur pertenecía, y que con iniciativas como esta de hacer el ensanche entre ambas vías, encauzaba a la ciudad por las sendas del desarrollo y del «buen vivir».

El primer terreno comprado fue al señor Antonio J. Álvarez, el 14 de julio de 1926, 102 varas cuadradas, “ubicada en el crucero de la calle San Juan con la carrera Las Palmas”. No todo fue compras. El 20 de julio de 1926, el señor Caros E. Cardona, firmó ante el personero Betancur, una cesión de un terreno de su propiedad para adelantar el ensanche de las vías. El acto administrativo quedó signado de que “Cardona transfiere al municipio de Medellín a título de cesión onerosa, el derecho de dominio que tiene en una faja de terreno con una cabida de ochenta y seis varas cuadradas, frente a la carrera Las Palmas”. La única exigencia del señor Cardona con el municipio, fue la de “destinar exclusivamente dicha faja de terreno de ensanche de la carrera Las Palmas entre las calles Maturín y San Juan”.

Una vez adjudicado los terrenos al municipio de Medellín a través de compra y donación, las obras ingenieriles empezaron en octubre de 1926 y luego de nueve meses de trabajo, el 3 de septiembre de 1927, la ciudad recibía 400 metros de nueva vía que unía la calle San Juan con la carretera de Las Palmas. 

Primero trocha, luego camino y después carretera, fueron los calificativos que asumió la vía Las Palmas cada vez que la administración municipal atendía la necesidad de ampliarla, de empedrarla, de asfaltarla, de establecer ensanches con otras vías; en 1959, un nuevo proyecto la volvería variante, ora por su alto flujo vehicular, ora por mejorar la comunicación con los pueblos del oriente antioqueño. El Alcalde Jacques de Bedout Villa y el concejo de Medellín, precedido por su presidente Antonio Osorio Isaza, entablaron un debate para lograr materializar este proyecto a través de un acuerdo municipal. Todos acogieron con beneplácito este proyecto, pero ¿de dónde saldrían los recursos? Pues se planteó la necesidad de acudir al erario nacional. 

En la sesión del 20 de agosto de 1959, el concejo decretó la intervención sobre la Carretera Las Palmas para volverla variante, en un tramo de 6 kilómetros que iría desde “las cercanías del edificio en construcción del seminario de Medellín, hasta El Poblado a buscar el empalme con la autopista”. El costo de esta obra rondaba por los 3.5 millones de pesos. La opinión pública recibía la buena nueva por los medios de comunicación. La variante contemplaba un nuevo tramo que desviaría la vieja ruta de la carretera que comunicaba con el barrio Loreto; la obra estaba diseñada para ensanchar con la calle 33 para conectarla con el “recién inaugurado puente de nombre Agapito Betancur”. Dejar la constancia en el papel de que la obra se realizaría, fue el primer paso; los demás, fueron de un lento caminar. 

El 25 de enero de 1960, se anunció que la variante Las Palmas estaría lista a finales del año en mención, sin embargo, primero se debía se debía avanzar en la gestión de recursos con la nación que se logró el 16 de mayo de 1961, momento en el que una comisión de valorización liderada por el alcalde Bernardo Trujillo Calle y el concejal Jairo Uribe, viajó a Bogotá a reunirse con el presidente Alberto Lleras Camargo quien venía gestando un proceso de descentralización de las acciones gubernamentales, y propendió por la perentoria atención de los departamentos. Esa línea política fue un aliciente para que la comitiva liderada por el alcalde Trujillo, llegara a la fría Bogotá a pedir auspicio para la obra de la variante Las Palmas. Los recibió el ministro Misael Pastrana Borrero, quien comprometió del erario estatal, 1 millón de pesos en la vigencia actual, es decir, 1961, y otro millón para 1962.

Por fin empezaron las obras. Había que calvear parte de la vegetación y devorarle terreno a la ladera para la amplitud de la vía. Tantos obstáculos se debieron superar en la realización de esta obra, aparte de los administrativos, el primer semestre de 1962 estuvo precedido por un fuerte invierno que retrasó los trabajos, a tal nivel que el ingeniero Darío Moreno dijo que “las obras continúan a un ritmo demasiado lento”. Aun así, aunque el avance no era el esperado, la obra avanzaba.

En mayo de 1964 los trabajos de apertura de la variante Las Palmas habían concluido, una constante peregrinación de vehículos y transeúntes empezó a desplazarse por esta vía, suceso a partir del cual se aceleró el asentamiento de familias y negocios. Luego de concluida la obra, la administración municipalidad articuló a la nueva variante entre sus planes de ornato público, la primera intervención fue de limpieza del barro y del polvo que la obra había dejado; también la remoción de arvenses que germinaban en las cunetas y el de recoger las hojas del componente vegetal caducifolio que quedó en pie al lado de la vía. El 11 de diciembre de 1964, congregados un grupo de dignatarios, en un acto solemne se inauguró la variante Las Palmas.

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